Llegó, se sentó a tomar un café con sus auriculares colgando de las orejas, prendió el televisor y mandó un mensaje de texto a una compañera de trabajo declarándole amor. Cambiaba de canal hasta encontrar algo de su agrado cuando escuchó sonar el antiguo radio-reloj que marcaba la hora de tomar el remedio para la artrosis: "a los sesenta y ocho pirulos no funcionamos igual..." se lamentaba.
Se creió al lado de un wincofón, jugando con su yo-yo, el cerebro mágico, petette... una lágrima se abrió paso entre las grietas que los años dejaron en su rostro ¿qué hacía él ahí?
Suena el teléfon, su nieto, que le dice "no voy esta tarde, viejito, salgo con los pibes ¿sabés?" Está claro que al anciano ya no le importaba demasiado. A demás de que el tiempo lo había hecho huraño, ahora la cabeza le giraba por otras cosas. El celular ¿dónde está? sigue sonando el tono polifónico de un tango que la semana anterior se bajó de Internet; allá está, al lado de la tele que sigue prendida. Un mensaje, la mujer que conoce del trabajo, esa, la pibita que lo trata de usted y usa escotes infernales acaba de decirle que no... "Puta madre, ya no es igual", el celular se estrella contra la pared y muere en mil pedazos sobre el piso ¿qué importa ya?
Entrada más reciente Entrada antigua Página Principal
0 katmandúes:
Publicar un comentario